jueves, 10 de enero de 2013

The Night - Morphine



Todos se desplomaron en sus asientos, mientras el auto cortaba con luces afiladas el espeso paisaje negro, desolado, con cielo raso perforado. Cada uno escuchaba la música derretir el silencio, y se dejó perturbar por sus tintes de azules, negros, rojos, una oscura paleta con destellos de luz tenue...
Mis manos comenzaron a crecer mientras sostenían mis pensamientos, hasta que se alejaron de mi cuerpo en forma de blancas calas, delicadas y fuertes, en un pantano de dudosa iluminación. Mis manos, que eran calas, aleteaban tímidamente, imitando las mariposas en que ahora se convertían. El paisaje nocturno, penetrado ya no por luz sino por silencio derretido, ahora era mis manos de calas convertidas en mariposas monocromáticas, que sostenían mi cabeza . Y mis dedos crecían tanto como las enredaderas que nunca fueron...
Y entonces un hombre cantó, y aquel paisaje incorporó su voz, sin saber bien lo que hacía...

viernes, 4 de enero de 2013

Por ahora, le voy a llamar "Recurso Humano". (Sólo por ahora).


Me despertó un recuerdo. Ingresó como memoria inducida por el frío matinal de un domingo, aunque haya sido viernes. Se sentía domingo, por su frío, y por la memoria de un domingo. Me perturbó el sueño con una imagen nítida, e inmediatamente me despertó. Y ahora, aquél frío me acosaba el pensamiento. Una memoria definitivamente mía. Me siguió entre las sábanas por varios minutos, e incluso se levantó conmigo. Me siguió hasta el baño, donde repentinamente el recuerdo se convirtió en reflexión. De memoria a pensamiento. No iba a ser un buen día.
Como toda reflexión desencadenó en interrogantes, que se ramificaban con gracia en posibles soluciones, como si fuesen problemas, o en posibles respuestas, como si fuesen preguntas. Pronto la mañana se vio atiborrada de enormes matorrales de perfumadas preguntas y  delicados problemas de diferente espesor, y /me encontré perdido\ en un intrincado laberinto con olor a café.
El 60 tomaba su ruta habitual, pero mi cabeza escudriñaba por los rincones de aquel laberinto, que por momentos no era sino una tupida maraña de mentiras y verdades enredadas. Los más obscuros  pasajes los iluminaba sólo con el frío dominical que había dado fruto a todo eso. No solo hay muchos pasajes, caminos e incluso laberintos dentro de un mismo laberinto, sino que jamás me había percatado de que también hay infinitas formas de recorrerlos.
Instalado ya en la oficina, me era imposible de enfocarme en el trabajo. Me sorprendía continuamente haciendo garabatos, fascinado por el esplendor de aquel laberinto que tan hábilmente había creado. Lo recorría boquiabierto, reflexionando con suma concentración aquellos espacios vacíos para que se llenasen de más matorrales infinitos.
De repente, entró por la ventana un frío dominical, perdido en el viernes. Esta vez no era un recuerdo, era aquel mismo frío de domingo que había dado fruto a mi impecable laberinto. Fue entonces que, no sólo encontré el centro de mi creación y al mismo tiempo su salida sino que también el laberinto perdió sentido y su inexistente existencia dejó de existir. Sólo me quedé con aquél frío dominical, entrepapelado en la semana y unos vagos garabatos en el margen de las hojas de la oficina, que no significaban nada. Y, después de todo, el día fue ameno.