jueves, 9 de octubre de 2008

La casa de Faire

(Un grupo de gente se encuentra en el centro del escenario, llevan ropas viejas y sucias, pero no harapientas. Todos se encuentran absortos en un mundo propio, recordando situaciones felices, pero sus caras están deshechas, deformes y marcadas por sus llantos, que cada tanto se visualizan. Entre ellos, Faire, un hombre vestido con un traje en las mismas condiciones que las ropas del resto de los personajes, sentado en un sillón de madera, rodeado por los demás, a quienes observa con lástima y acaricia a alguno de vez en cuando. Se para, da unos pasos al frente. El resto a penas se percatan de los movimientos, un tanto nerviosos, pero rápidamente vuelven a sus historias imaginarias).
Faire: -Privados del amor. Refugiados en el silencio. En el olvido. Destinados a vivir entre ilusiones, entre sus sueños. Rechazados por Afrodita y deportados a ésta, mi casa, el hogar de nadie, el hogar de los pobres que lo tienen todo, pero, aún así, les falta lo único. Quienes sufrieron la esperanza y hoy sus heridas se alimentan de las sales de sus iguales. Se escuchan sin oírse. Se ven sin mirarse. Sus mentes, yacen intranquilas en las memorias que los hostigan. Memorias, que cuanto más intentan olvidar, más han de recordar. Son sus mentes las que se encuentran embriagadas, llenas, ahogadas y perturbadas de amor, cuando son sus corazones quienes deberían estarlo. Corazones que saben gritar, que aprendieron a llorar.
Ellos, conocieron la desesperación. Aprendieron a rendirse. Yo, los mantengo a salvo. Me preocupo por ellos. Por lo que queda de ellos. Quizás por lástima., por pena. Quizás por que les tenga algo de cariño. Quizás porque se los debo. Porque me salvaron. Porque gracias a ellos, aprendí lo que hace el amor. Gracias a sus desgracias, supe evitar el amor. Yo, no amo. Yo, nunca amé. Y por sobre todas las cosas, no derramaré una sola gota de mi cuerpo ni un minuto de mi tiempo en despistarme por los caminos en los que ellos han sucumbido. Yo, soy dueño de la felicidad. Los demás, se enriendan en buscarla en los minados campos del amor, y donde terminan sin encontrar lo que buscaban y perdiéndose ellos mismos en él. No vivo en el júbilo, no, pero en mi desgracia y sin amor, se me hace más fácil engañarme. Prefiero engañarme a mí mismo a ser engañado por lo que ellos osaron llamar “amor”. ¿De qué sirve enamorarse si uno puede acabar como ellos? ¿De qué sirve vivir un momento breve de júbilo para luego vivir en la desgracia… (retrocede al sillón hasta sentarse en él nuevamente) en MI casa?
(El resto de los personajes se abalanzan contra él sin moverse de sus lugares, aferrándolo a su sillón. Faire sonríe placenteramente. Los personajes empiezan a aumentar sus murmullos y llantos hasta convertirse en un ruido ilegible)
(Apagón)

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