sábado, 21 de diciembre de 2013

El tabaco no ayudaba y los tangos están distorcionados...

Y su tristeza y dolor fueron tan profundos, que se ahorró las lágrimas pues su emoción lo paralizó.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Cerrajería

Le dio una llave invitándola a quedarse. Pero ella partió y cerró al salir.

viernes, 11 de octubre de 2013

Texto.

Mi atención cubrió su piel con el recuerdo de un inmaculado ideal, que creí haber conocido en el norte, aunque pronto supe que tan solo lo había creado. La envolvió por completo, de tal forma que no era ella, sino el recuerdo lo que llevaba a mis problemas a pensarla. El recuerdo de una perfección, que la envolvía. Sin siquiera conocerla, ya la había hecho desaparecer. Consciente de que no era ella, sino un ideal lo que mis mientes perseguían, la envoltura comenzó a extinguirse, pues la inexistencia de aquella entelequia hacía que ésta se vuelva un mero fantasma, y por lo tanto se esfumaba en cada acto que nos encontraba. Un ideal perfecto, que terminó por consumirse a sí mismo en su imperfección. Y, entonces, ella se elevó de las cenizas de aquél ideal, perfecta por sus imperfecciones, que no la consumían... La creaban día a día...

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El cambio eterno es la existencia de lo inexistente.

Vomitaste esos frívolos amores fucsias sobre tu corteza y te dejaste consumir por tu disfraz. Por querer el cambio quisiste diferenciarte del mundo con tanta fuerza que lo rechazaste, y buscaste entonces ser excluido. Recluído en vos mismo, deseoso de no pertenecer, negaste tu propio ser sin matarlo, solo negándolo eternamente con el cambio incierto e insulso. Un eterno estado de cambio (donde no cambia nada) pues tu cobardía no te permite la muerte, pues tu cobardía no te permite la decisión. No sos, ni dejás de ser.

Eres la desgracia de tus ideales. Eres tu propia escoria. Pues tu disfraz y tu inexistente existencia (y tu existente inexistencia) solo cabe ser en el mundo que rechazas sin cambiarlo. Eres el sustento del mundo que odias (y que amas en tu rechazo). Vomitaste esos frívolos amores fucsias sobre tu corteza y te dejaste consumir por tu disfraz...

Al cambio no se lo rechaza. Al cambio no se lo induce. Al cambio se le enfrenta, sin rechazarlo,asumiéndolo, pues solo así cambia su pestilencia. Si querías cambiar el mundo, hubieses empezado por rechazar sus disfraces.

miércoles, 17 de abril de 2013

No me hablen más de poesías baratas!

Usaron sus metáforas, hablaron en segunda persona y lograron ser llamados poetas, cuando realmente se ocultaban tras esas mentiras para poder esquivar que los llamen personas. Usaron la sensibilidad como una dura coraza...

jueves, 10 de enero de 2013

The Night - Morphine



Todos se desplomaron en sus asientos, mientras el auto cortaba con luces afiladas el espeso paisaje negro, desolado, con cielo raso perforado. Cada uno escuchaba la música derretir el silencio, y se dejó perturbar por sus tintes de azules, negros, rojos, una oscura paleta con destellos de luz tenue...
Mis manos comenzaron a crecer mientras sostenían mis pensamientos, hasta que se alejaron de mi cuerpo en forma de blancas calas, delicadas y fuertes, en un pantano de dudosa iluminación. Mis manos, que eran calas, aleteaban tímidamente, imitando las mariposas en que ahora se convertían. El paisaje nocturno, penetrado ya no por luz sino por silencio derretido, ahora era mis manos de calas convertidas en mariposas monocromáticas, que sostenían mi cabeza . Y mis dedos crecían tanto como las enredaderas que nunca fueron...
Y entonces un hombre cantó, y aquel paisaje incorporó su voz, sin saber bien lo que hacía...

viernes, 4 de enero de 2013

Por ahora, le voy a llamar "Recurso Humano". (Sólo por ahora).


Me despertó un recuerdo. Ingresó como memoria inducida por el frío matinal de un domingo, aunque haya sido viernes. Se sentía domingo, por su frío, y por la memoria de un domingo. Me perturbó el sueño con una imagen nítida, e inmediatamente me despertó. Y ahora, aquél frío me acosaba el pensamiento. Una memoria definitivamente mía. Me siguió entre las sábanas por varios minutos, e incluso se levantó conmigo. Me siguió hasta el baño, donde repentinamente el recuerdo se convirtió en reflexión. De memoria a pensamiento. No iba a ser un buen día.
Como toda reflexión desencadenó en interrogantes, que se ramificaban con gracia en posibles soluciones, como si fuesen problemas, o en posibles respuestas, como si fuesen preguntas. Pronto la mañana se vio atiborrada de enormes matorrales de perfumadas preguntas y  delicados problemas de diferente espesor, y /me encontré perdido\ en un intrincado laberinto con olor a café.
El 60 tomaba su ruta habitual, pero mi cabeza escudriñaba por los rincones de aquel laberinto, que por momentos no era sino una tupida maraña de mentiras y verdades enredadas. Los más obscuros  pasajes los iluminaba sólo con el frío dominical que había dado fruto a todo eso. No solo hay muchos pasajes, caminos e incluso laberintos dentro de un mismo laberinto, sino que jamás me había percatado de que también hay infinitas formas de recorrerlos.
Instalado ya en la oficina, me era imposible de enfocarme en el trabajo. Me sorprendía continuamente haciendo garabatos, fascinado por el esplendor de aquel laberinto que tan hábilmente había creado. Lo recorría boquiabierto, reflexionando con suma concentración aquellos espacios vacíos para que se llenasen de más matorrales infinitos.
De repente, entró por la ventana un frío dominical, perdido en el viernes. Esta vez no era un recuerdo, era aquel mismo frío de domingo que había dado fruto a mi impecable laberinto. Fue entonces que, no sólo encontré el centro de mi creación y al mismo tiempo su salida sino que también el laberinto perdió sentido y su inexistente existencia dejó de existir. Sólo me quedé con aquél frío dominical, entrepapelado en la semana y unos vagos garabatos en el margen de las hojas de la oficina, que no significaban nada. Y, después de todo, el día fue ameno.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Escritos sin pensar. Escuchando Radiohead.

Tengo apetito de crecer. Estoy cansado de dar consejos que todos parecen entender, menos yo. Estoy cansado de ser fuente de aguas que no sacian mi sed. Quisiera nadar en un mar de agua dulce, y me conformo con navegar sin remo ni vela, acompañado solo de la traicionera razón. 

Ahí yace todavía en su veleta guiada por la luna, el hombre que no encuentra puertos, porque no los busca, pero los desea. Y allí va la luna que lo engaña, haciéndole ilusión de compañía eterna. No existe ni el barco, ni el hombre ni la luna, pero allí están. El hombre que le habla a su solitaria de plata.

Todo aquello que alguna vez nombramos, por haberlo nombrado, ha dejado de existir, pues lo hemos reinventado. No hay bondad ni maldad, pero hemos reinventado el mundo bajo éstos términos básicos, rudimentarios, y, sobre todo, reduccionistas. Ni difícil, ni fácil. El mundo se presentó puro, y nosotros lo interpretamos erróneamente, al interpretarlo. Tanta palabra, pera evitar sentir lo más sencillo, la existencia simple y llana.

Siento y luego pienso. Siento y luego pienso. Siento y luego pienso. Siento y luego pienso. Y no entiendo. Por más que piense profundamente, por más que lea intrincados libros de filosofía, por más que aplique métodos avanzados, métodos viejos, métodos nuevos, métodos inventados, o no aplique métodos y piense y piense y piense, no lo entiendo. Pero una cosa es segura: Siento. Y como un idiota, luego pienso.

Ahí van las mil y dos flotas de hombres varados en corrientes de agua-cristal... Mi botecito no es grande, ni modesto. Pero es de madera y tiene dos libros y medio. Un día me cansé de mirar al horizonte, y me acosté a descansar. El bote se mece muy tranquilamente. La madera sin pintar tiene olor a anécdotas de mentira. Y mientras en el horizonte me deleitaba con el fin y el inicio del sol, el cielo me cuenta historias apasionantes, que no importa de dónde vienen, ni a dónde van. Pero son historias que te llevan de aquí a allá.


sábado, 27 de noviembre de 2010

Nudo... calma... Pausa... Por favor, Pausa...

Nos quedamos todos callados. Terminó la cena y no dijo nada. A penas si habrá susurrado algo, pero fue para sí mismo, nadie le entendió. Ni la imbécil de Andrea se animó a preguntarle qué dijo, porque claro, hasta Andrea se daba cuenta a la legua que fuese lo que fuese lo que había dicho, no era prudente pedir que lo repitiese.
Agarró sus platos sucios y se levantó al mismo tiempo. Casi que tiró los trastes a la pileta, sin parar su marcha, y fue directo a encerrarse de nuevo al taller a fabricar los benditos pescaditos de plata.
La mire a Claudia. No sabía donde esconderse y a la infeliz de Andrea se le ocurrió preguntarle si estaba bien. Me salió del alma y te juro que no era mi intensión mandarla a la mierda, pero la verdad que preguntar semejante boludés, no me pude contener. Se levantó diciendo alguna incoherencia como le es de costumbre y se metió al taller. ¡Si te digo que es imbécil esa mina! Sólo a ella se le ocurre ir a buscarlo a Pelusa en ese momento. A los dos minutos salió disparada del taller el doble de caliente y sin mirarnos desapareció por el pasillo y gracias a dios se quedó allá.
El Chino me ayudó a levantar la mesa, mientras Claudia se quedó dura, tirada en su silla, con la mirada clavada en el mantel. A todo esto el pobre Fernando, que había caído con la mejor onda esa noche y se tuvo que comer semejante garrón de cena, miraba para todos lados sin saber qué corno hacer y ponía cara de boludo, pretendiendo que no le jodía para nada la situación. Si no hubiese tenido el humor que tenía, me hubiese cagado de risa de las caras de desentendido que ponía, pero me ganaba la situación.
Terminamos de levantar la mesa y me apoyé en el calefactor, detrás de Claudia que seguía sentada sin mover ni el pensamiento. El Chino encaró para la cocina y en el camino le pegó un palmazo en la cabeza a Fernando y le tiró un "Dale boludo, ayudame a lavar los platos". Se levantó sin decir una palabra y mientras pasaba por delante mío, casi a la carrera, me miro con tal cara de cagazo que no pude evitar sonreirme.
Claudia suspiró y por fin se movió en la silla. Se dió vuelta y me quedó mirando desde la silla mordiendose el labio con el seño hacia arriba y la cabeza totalmente hacia atrás. Le alcé una mano invitándola a un abrazo. Desapacito se levantó y se tiró al abrazo, destruida. Nos quedamos largo rato al lado del calefactor en silencio, pensando y escuchando como el Chino lavaba los platos en la cocina y murmuraba con Fernando algo imposible de entender.
El ruido de un plato fulminando el piso nos interrumpió el pensamiento, y Claudia, acomodándose en el abrazo y esbozando una sonrisa por un segundo, murmuró "este Chino es un boludo, decí que es un buen tipo".
No pude responder nada. Sonreí y apreté el abrazo. Pensé en Pelusa en el taller. Me lo imaginé sumido en el sillón, hecho mierda después de darse cuenta que no tenía ánimos para ponerse a fundir los benditos pescados, inmerso en su mundo de cavilaciones que siempre me pareció tan fantástico en Pelusa. Sólo él sabe inundar los silencios con reflexiones y hacernos entender que no esta disponible en esos valiosos momentos. Verlo pensar es un espectáculo único.
Volví del pensamiento al comedor y me gustó encontrar a Claudia aun refugiada en el abrazo, seguramente también pensando dolorosamente en su hermano tirado en el taller.
Se me escapó una caricia inconciente y pensé "Como esta mina no encuentro en ningún otro lugar". Pensar algo así de mi mujer, en ese momento, después de haber estado tanto tiempo con ella, hizo que se me fugue la segunda sonrisa de la noche. Supongo que verla así de vulnerable me hizo volver a sentirme como un pibe. Claudia me vio y me preguntó en que pensaba. "En que te quiero" le respondí en un ataque de sinceridad. El ambiente, el silencio, la hora, el cansancio, la situación, todo ameritaba a que se den esos breves y precisos momentos de sinceridad. Ella se mordió la sonrisa, o bien la detuvo con el recuerdo de la situación de mierda que se había dado hace unos minutos, me besó y volvió al abrazo. Quiero aclarar que volver al abrazo no es una huevada, no es simplemente volver a ser abrazados. Era uno de esos abrazos largos y silenciosos, donde uno se siente tan contenido y protegido, que de pronto se desentiende del mundo y se zambulle en pensamientos tan densos que solo se rompen con el abrazo que los acoraza... Son los mejores abrazos.
Después de largo rato de estar nadando en cavilaciones, la busqué en el abrazo y ella desplegó su mirada triste o cansada sobre la mia. Yo desplegué un suspiro. Ella desplegó el suyo y por fin los dos sonreímos.
Nos fuimos para la cocna donde estaban el Chino y Fernando sobre la mesa redonda hablando muy bajito y jugando a las cartas. Nos sentamos con ellos y nos unímos a la conversación, pero no al juego. Por alguna razón mantuvimos el volumen de voz muy bajito un rato largo. Fernando se puso algo nervioso cuando nos vio llegar, seguramente pensando en que carajo decir si le llegabamos a preguntar sobre que pensaba de lo que había pasado o si estaba bien, poniendo otra vez las caras más boludas para disimular la confusión. Pero el tema no salió. Claudia estuvo algo callada, pero escuchaba la conversación con atención y cada tanto se estiraba el cuello.
Ya había pasado mucho tiempo y empezabamos a alzar un poco más la voz. Fernando y el Chino volvían a hablar de boludeses y el hambiente estaba un poco más animado. Menos caras largas digo. Pero nos duró unos minutos no más, porque en eso escuchamos al Pelusa abrir la puerta del taller y subir las escaleras muy lento. Inconcientemente, nos quedamos callados, y poco a poco las sonrisas se nos calleron de la cara hasta quedar solo un atizbo de ellas, dejandonos una expresión soñadora, casi estúpida. Pelusa se asomó por el comedor a la cocina muy despacio, como suele hacerlo, y le pidió a Claudia si lo podía acompañar al taller un segundo.
El Chino y Fernando se quedaron un rato diciendo que iban a esperar a que Andrea o Pelusa se acerque por ahí para despedirse, aunque sabíamos que no iba a pasar. Lo que no querían era dejarme solo. Pero tras insistirles un rato, cedieron y saludandome entre chistes que pretendían levantarme el ánimo y que efectivamente me robaron alguna que otra pista de risa, se internaron en el afuera y la casa se quedó en silencio.
Me tiré contra una de las paredes de piedra, y dejé que el sueño me ataque. No me había dado cuenta lo cansado que estaba. Si ponía mucha atención, podía escuchar como Claudia y el Pelusa discutían, pero no podía entender nada. Me sentía muy solo en esa casa, y sin poder hacer nada más que esperar (pero igual, lo último que quería era que la imbécil de Andrea me venga a hacer compañía). Había estado en esa casa incontables veces, pero nunca me había sentido tan extraño en ella. Habrá sido porque ya era muy tarde y estaba solo, ahí, tirado. Creo que habrá sido más bien por la situación. La situación era extraña, no yo, y por eso me sentía así.
Después de estar luchando contra el sueño durante largos minutos, escuché la puerta del taller abrirse entre las calmadas "Buenas noches, nos vemos" de Claudia y el Pelusa. Mientras Claudia subía las escaleras, mi sueño huyó despavorido por alguna ventana y repentinamente me sentí mucho más despierto. "Ya está" dijo. Le alcancé el abrigo y encaramos para el auto en silencio, abrazados.
Antes de arrancar el coche, la mire inquisitivamente y su mirada me devolvió su típico "estoy molida" agraciada con una sonrisa.

Sonreí, suspiré aliviado y arranqué.